1. INFANCIA
Y JUVENTUD
Nací el día 16 de julio de 1910
en Ciruelos de Cervera, un pueblecito de la provincia de Burgos
en el que mi madre, doña Florencia Atocha Fernández, ejercía
de maestra. En mi pueblo vivimos poco tiempo, menos de un año,
así que no recuerdo nada de él. Nunca había vuelto hasta hace
poco tiempo, que me llevó uno de mis hijos.
De Ciruelos nos trasladamos hasta
Javiña (La Coruña), pues mi madre había aprobado las
oposiciones. Tampoco estuvimos mucho tiempo allí. El siguiente
destino de mi madre, y de la familia, fue Villavicencio de los
Caballeros, al norte de la provincia de Valladolid, donde
permanecimos cinco años. Desde allí nos vinimos a Pedrajas.
Era el año 1921, tenía yo 11 años recién cumplidos. Me
acuerdo que llegamos el día de San Esteban, que no sabíamos
que era fiesta y nos encontramos con la música en la Plaza.
Mi madre había estado antes de
maestra en Fuente Olmedo, muy cerca de Pedrajas. Allí conoció
a mi padre, Rafael García Pérez, que era labrador. Se casaron
en Segovia, ya que mi abuelo materno, llamado Bernardo Atocha,
estaba destinado en esa ciudad como militar. Era andaluz, de
Sevilla, creo. Su mujer, mi abuela, se llamaba Cecilia
Fernández, era gallega. Un contraste muy grande –decía ella-
casarse una gallega con un andaluz. Mi padre y mi madre, al
casarse, estaban viudos. Llevaron un hijo cada uno al
matrimonio: mi madre, una hija llamada María, que se casó con
un militar y vivió en Badajoz y Canarias; mi padre, un hijo
llamado Teodoro Ursicino, que emigró a Montevideo y nunca
regresó a España.
Mi padre, como ya he dicho, era
labrador, pero mi madre le dijo que naranjas de la China, que no
se iba a quedar a vivir en Fuente Olmedo. Así que mi padre
ayudaba a mi madre en la escuela de Pedrajas: enseñaba a las
niñas más pequeñas canciones religiosas y el catón,
las primeras letras y los inicios de la escritura. Y es que mi
madre no podía con todo, que entonces llegó a tener hasta cien
niñas en la escuela. Era ella sola la maestra de todas las
niñas, luego ya vino doña Rosario y otras.
En Pedrajas, yo iba a la escuela
con mi madre, como todas las niñas. Entonces la escuela estaba
en la planta baja del Ayuntamiento, en la esquina de la parte de
allá, que se medio hundió y hubo que arreglarla. Recuerdo que
jugábamos a la comba y a los chinos.
Siendo ya una moza, mi madre tenía
en casa como criada a la Mercedes, que luego se casó con
Quintín Merino. De mi casa salió para casarse. Mercedes, que
era un poco mayor, y yo, nos escapábamos alguna vez al baile
las dos. Íbamos al salón de baile del señor Severiano, en la
Plaza Mayor, que era algo más grande que el de la tía Isidra,
situado en la calle Real Nueva. Cuando llegaba el santo de
alguna de las amigas, le decíamos al señor Severiano que si
nos dejaba la manilla, es decir, el pianillo, y lo celebrábamos
allí. Otras veces bailábamos en la Plaza, que nos cobraba 10
céntimos a la pareja. Mis mejores amigas eran las hermanas
Juana y Felisa Catalina.
A mí siempre me ha gustado mucho
la costura, he sido modista, he cosido mucho para quien me
mandaba. Aprendí a coser un poco con la Mercedes, en casa;
luego con la señora Teófila Vela, mujer de Germán Román, que
vivía en la calle Real Vieja, aquí enfrente. También aprendí
en Badajoz, con mi hermana María, mientras estuvo allí.
CARMEN GARCÍA ATOCHA - UN SIGLO DE VIDA (1910-2010)
2. UNA FAMILIA
NUMEROSA
Eusebio y yo nos casamos en la
iglesia de Pedrajas el día 24 de octubre del año 1934. Al año
siguiente nació nuestro primer hijo, llamado José Antonio, que
murió enseguida. Un año después vino al mundo el segundo, al
que pusimos el mismo nombre, pero también se nos fue. Luego,
fueron naciendo diez más, los que ahora viven: Paco, Josele,
Toñín, Maribel, Mª del Carmen, Genoveva, Candelas, Eusebio,
Luis y Celia.
Eusebio al principio era labrador,
en renta debía de ser. Años después pusimos una tienda de
tejidos en una casa de la Plazuela de la Iglesia. Yo tenía un
tío en Burgos, que se dedicaba a la venta de tejidos, y fue el
que nos enseñó el oficio. Pero se vendía poco, así que
ampliamos el negocio con tienda de ultramarinos y carnicería.
Además de criar a los hijos, me tocaba despachar en la tienda.
También teníamos un gallinero junto a la calle Santa Ana, que
daba por detrás a las escuelas de los Patios. Al lado del
gallinero había unas tierras en las que pusimos un huerto unos
años. Eusebio era además sacristán, tocaba las campanas todos
los días, al amanecer, también tocaba el armonio en la tribuna
y cantaba la misa…
Uno
de los acontecimientos que mejor recuerdo fue el pedrisco de
1952. Empezó por la tarde, después de comer, se presentó la
nubecita famosa por encima de la cuesta Táñago. Tiraba como a
roja, era un columpio, lo mismo iba que venía; el ruido de la
nube era espantoso, decían que no podía pasar la cuesta
Táñago. Recordarlo es bonito, pero pasarlo... Vivíamos
entonces en la calle Real Nueva, donde ahora tiene la casa mi
hijo Paco. Me faltaban dos chicos y no sabíamos dónde estaban,
nos figurábamos que en casa de la señora Leo, la mujer de
Matías. Se fue Eusebio a buscarles y allí estaban. La primera
piedra que cayó no le escalabró de milagro. Murieron dos
cigüeñas. Mis hijos lo vieron porque estaban donde la señora
Leo, frente a la iglesia.
La gente se refugió en la iglesia.
Vino don Victoriano a buscar a Eusebio, que era sacristán. No
hubo desgracias, algún chichón. Los chicos durmieron en la
casa del señor cura, arriba los pequeños, abajo en la Gloria
los mayores. Nosotros, por la noche, pusimos un cacho de techo
para poder dormir, teníamos un piano y a media noche escuchamos
un gran ruido ¡ruuummmm!
-Eusebio, que se hunde la casa.
Otra vez ¡ruuuuumm!
Era una gallina que se había
metido en el piano por detrás, se había enganchado, estaba
medio muerta y tocaba sin querer.
Al día siguiente fuimos a ver una
tierra que teníamos sembrada de garbanzos; de las piedras
caídas, estaba toda llena de hoyos, del tamaño de naranjas. En
la calle Real Nueva, los vecinos tiraban todas las tejas rotas
de los tejados al centro de la calle, que parecía un gran
montón de grano, a la larga. Vino un perito y decía que cómo
era posible que hubiera pasado eso. Le respondió Amancio, el
alcalde: "A ver si se cree que hemos echado una piara de
cabras al tejado".
Durante
unos cinco años Eusebio fue alcalde de Pedrajas, pero ahí no
pinté yo nada. Bueno, íbamos a los toros, pero de comidas y
cosas de ésas no disfrutamos de nada. Eso sí, en aquel tiempo,
como vivíamos a la entrada de la calle Real Nueva, veíamos
todo lo que pasaba en la Plaza por San Agustín y en otras
fiestas. Me acuerdo que una vez se cayó un niño al pozo que
había en la Plaza, un pozo muy estrechito. Menudo alboroto se
preparó, le sacaron creo que con una soga.
Siendo alcalde Eusebio, el
acontecimiento más importante fue la Coronación de la Virgen
de Sacedón, en mayo de 1958. Ese mismo año, al poco tiempo,
fuimos los dos padrinos de confirmación de los niños y niñas.
Entonces era costumbre que fueran padrinos el alcalde del pueblo
y su mujer.
CARMEN GARCÍA ATOCHA - UN SIGLO DE VIDA (1910-2010)
3. MI VIDA
ACTUALMENTE
Mi vida actualmente es la normal,
de la casa. No madrugo mucho, pero tampoco me levanto tarde, no
me dejan. Si puedo echar una mano, la echo. Coso para los de
casa, me encanta coser. Mi gran afición ha sido siempre coser.
La tele me resulta pesada, ponen muchas tonterías. De la vida
en estos tiempos me sorprenden mucho las burradas que están
pasando, las mujeres que están matando. Eso no ha pasado nunca,
me da rabia que no lo puedan corregir.
Nunca esperé llegar a los cien
años, con tantas fatigas como hemos pasado. Siento una gran
satisfacción y mucho orgullo, un santo orgullo. No me puedo
quejar de la vida que me ha tocado. He tenido que trabajar
mucho, con tantos hijos, tan seguidos. De salud, para tener cien
años, estoy bastante bien. Toda la vida bien, gracias a Dios,
por eso he tenido y criado tantos hijos. Ahora mismo, tengo 21
nietos y 13 bisnietos; los últimos bisnietos, una niña a la
que han puesto mi nombre, Carmen, y un niño llamado Hugo.
El momento más difícil de mi
vida, la muerte de Eusebio, hace ya más de seis años. Entre
los momentos más felices, la ordenación y primera misa de mi
hijo Toñín, que fueron muy emotivos.
Carmen García Atocha.
Pedrajas de San Esteban, 10 de julio de 2010.
CARMEN GARCÍA ATOCHA - UN SIGLO DE VIDA (1910-2010)
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