CÉSAR DE MEDINA BOCOS

Poeta cantor de Castilla

VIDA

            Don César de Medina Bocos nació en Pedrajas de San Esteban el 11 de agosto 1873. Era hijo del abogado don Antonio Medina Carrascal, natural de Padilla de Duero (Valladolid), y de doña Carmen Bocos Cano, natural de Castrillo de Duero (Valladolid). Por línea materna era nieto de don Ramón Bocos Quijada y de doña María de las Candelas Cano y Cano, nacidos ambos en el referido Castrillo de Duero, pero vecinos de Pedrajas.

 Después de cursar estudios de Derecho en las universidades de Deusto y Salamanca, ejerció su profesión de abogado, principalmente como criminalista, en Valladolid, Madrid y Salamanca. En el año 1907 fue candidato del partido liberal conservador en las elecciones de diputados provinciales por el distrito de Medina del Campo-Olmedo. Este partido estaba liderado, a nivel nacional, por don Antonio Maura. Posteriormente, fue gobernador de Murcia en 1918; de Almería, en 1921; de Vitoria, en 1931.

 Contrajo matrimonio con doña Ulpiana de Castro Rueda (1876-1961), natural de Serrada  (Valladolid). En la casa solariega de la familia en Serrada aún se respira, al entrar por sus estancias, el hálito de una pequeña corte de villa castellana: cuadros, muebles, recuerdos familiares, y un paisaje en cada balcón, que trae a la memoria los versos de Pintando del natural, donde el poeta escribe: 

¡Y dicen que en Castilla no hay paisajes!
Lo que no hay es pintores; yo quisiera
que viesen todos hoy desde este sitio
la vista de mi aldea
como alondra posada
sobre un terrón en la llanura escueta

      Entre sus numerosos hijos se cultivó el arte plástico y literario desde los años de su formación y con la familiaridad de quienes consideran natural modelar un busto, pintar un cuadro o describir un sentimiento. Formas, colores y palabras eran medios de expresión que don César fomentaba entre todos sus hijos como un juego natural que ampliaba la dimensión de sus almas[1].

         Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, amigo de don César, compañero de tertulias con largas conversaciones, admirador de sus versos y de inspiración lírica muy próxima, nos ofrece el siguiente retrato de Medina Bocos:

 

“Enjuto de carne, con perfil semita, rubio, con la hisurta barba florida, acicalada y noble, el don César de mi tiempo tiene estampa bíblica, que resulta entonada con el ceño de la gleba y con la tradición castellana”. 

La fortuna de su patrimonio y la moderación de sus costumbres le permitieron vivir con holgura y nobleza de espíritu, sin que tuviera que pedir a la política y a los cargos el fundamento de su bienestar y el de su familia, cuyo centro sentimental fue su esposa, doña Ulpiana de Castro Rueda, fuente de serenidad y de gozo para el poeta y para sus hijos.

 Murió en Valladolid, a los 85 años, el 24 de marzo de 1959. Fue amortajado con el hábito de San Francisco, como Cervantes. Sus restos reposan en el cementerio de Serrada, donde pueden leerse los versos de la cristiana décima compuesta por el poeta, que ha quedado estampada como epitafio común para los que allí han de concluir su carrera[2]:

 Bajo la cruz que corona la entrada del cementerio de Serrada.

 

Si eres cristiano, sé fuerte

y en este lugar sagrado

piensa en Dios y odia el pecado,

pero no temas la muerte.

Alza la vista y advierte

que tu victoria pregona

esa cruz que le corona,

prenda de infinito amor

del Divino Redentor

que resucita y perdona.

 

 

 POETA CANTOR DE CASTILLA

  

            Don César de Medina Bocos era un poeta de inspiración espontánea, que cantaba al campo y a sus gentes por puro amor a la expresión emocionada del verso. No se le puede inscribir en ningún grupo ni escuela, porque su musa era de particular artesanía. Ni se le puede encuadrar en la corriente de los muchos seguidores de Gabriel Galán, de quien fue gran amigo y con quien mantiene evidentes coincidencias temáticas y formales. Pero, si no puede asegurarse la afirmación de Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, según el cual Gabriel y Galán, su amigo y discípulo, le debe gran parte de la gloria posterior, porque nació de la escuela de Medina Bocos, es muy probable que entre ambos, dados la buena amistad y trato, hubiera una clara coincidencia de sentires poéticos y de formas expresivas, que permiten suponer un influjo mutuo, y, desde luego, una forma muy semejante de cantar la nobleza campesina.

 

      César de Medina Bocos quedó consagrado como poeta en el Ateneo de Madrid, en un solemne acto celebrado el 25 de marzo de 1915, al que asistieron importantes personalidades. En este acto recitó poemas de su libro Espigas y racimos. Poesías Castellanas, que él confesó haber escrito no para la imprenta, sino para sus hijas, por las que sentía especial predilección, siendo ellas el estímulo más emocionante de sus versos.

       Espigas y racimos está inspirado en la vida del campo, tierra labrada, regada por el sudor del hombre que la cultiva. Vida del campo en las gentes, en los animales, en el paisaje, en las costumbres, en las tradiciones, en el hogar, con pesadumbres y esperanzas, con ideales y limitaciones. Algunos de sus poemas: Genara, El canto de la alondra, La llanura, Mi veraneo, El pinar y la ribera, La cuba vendida, El puño de simiente. etc., son una ampliación del Convite, bello y rústico poema que abre el libro, invitando a compartir el gozo de la vida sencilla y placentera que describe en los poemas siguientes:

 

Yo, lector, soy un pobre campesino.

Figúrate que estoy en la campiña
cultivando mi viña,
y te veo pasar por el camino.
Quieres probar mi vino?
De rústica botija te le escancio;
es vino de esta tierra; vino rancio.
Ello no será bueno, pero es mío;
es fresco en el estío
y caliente en invierno...[3]

 

         Los temas y la fluidez recuerdan los modos de Gabriel y Galán. Las estrofas y la predilección por combinar versos de ritmo impar, le afilian a la tradición castellana del Renacimiento, principalmente revelando el influjo de Fray Luis de León. Aunque sigue la versificación clásica: pareados, redondillas, quintillas, liras, tercetos encadenados, endecasílabos blancos, con romances, sonetos, canciones, etc., domina un sentido de la combinación de carácter libre y personal, que tiene dos explicaciones: la huella de sus lecturas clásicas influidas por el post romanticismo, y la falta de sujeción a una disciplina métrica que no dominaba por oficio, porque no la conocía por estudio y práctica. De ahí que, incluso en este aspecto, se muestre independiente y original, dejándose guiar de su intuición para el arte poético.

 

    A Espigas y racimos siguió la edición de El señor Prudencio (Cuadro de costumbres castellanas en verso), donde se recogieron algunos de los poemas de tema campesino de Espigas y racimos que habían tenido más éxito y que por su viveza encajaban plenamente en una obra dramática de costumbres castellanas. La obra se estrenó en el teatro Calderón a beneficio del Montepío de Empleados de Banca, a cargo del cuadro artístico del Círculo Mercantil. Hoy la vemos impresa en segunda edición (1950). Ese mismo año se editaron también Grito del alma (poesías) y Villas Castellanas y otras poesías.

 

Posteriormente, en 1959, el mismo año de su muerte, apareció publicado un curioso y erudito ensayo genealógico La alcurnia de Don Quijote. La mayoría de las composiciones que componen estos libritos, fueron escritas muchos años antes de 1950, pero el autor las entregó a la estampa con el deseo de poner punto final a su obra poética.

 

La única colaboración conocida de César de Medina Bocos en revistas vallisoletanas, es la poesía El fuego, que no ha sido reimpresa en los libros del autor. Es casi seguro que la fecha temprana en que fue compuesto y publicado en Revista Castellana[4], 1917, ha contribuido a que este poema haya pasado inadvertido, incluso para el propio autor cuando editó sus obras en 1950.

 

     

 El fuego

 

"Media vida es la candela

pan y vino la otra media".

(Refrán castellano)

 

 

No al fuego del incendio que devora;

ni al que en el seno del volcán se agita

y torrentes vomita

de lava abrasadora;

ni al que impulsa veloz locomotora,

que cruza dilatados horizontes

y salva abismos y traspasa montes;

no al fuego que es terrible y es grandioso,

sino al suave, al dulce y al piadoso,

a la rubia candela,

la que preside la nocturna vela

ardiendo en el fogón de la cocina,

la que a la tarde, cuando el sol declina,

convierte en incensarios los hogares

y atrae a los obreros

por caminos, cañadas y senderos

en busca del descanso a sus hogares;

al fuego del hogar, que es cosa santa,

el rudo vate campesino canta,

¡Oh fuego humilde, fuego campesino:

tú con el pan y el vino

eres la vida entera

del refrán de Castilla,

en que gente frugal, gente sencilla,

supo fiar, con sobriedad austera,

todo el vigor de la sufrida raza

a un cuartillo de vino y una hogaza

y al calor de una hoguera;

tú prestas tu caricia placentera

en largos días de forzoso encierro,

cuando está el campo helado;

tú ablandas en la fragua el duro hierro

para aguzar la reja del arado;

tú desde el centro del hogar honrado,

altar de los afectos familiares,

endulzas los pesares,

das paz y amor al ánimo sereno

y haces al hombre cariñoso y bueno!

¡Oh fuego santo, fuego bendecido,

dulce calor de mi amoroso nido!

¡Oh fuego de mi hogar, bendito sea!

¡Que yo siempre le vea

arder para mi dicha y mi consuelo!

¡Quiera piadoso el Cielo

que esté lejano el día

en que se quede tu ceniza fría

y triste como nido abandonado,

este hogar apagado,

esta casa vacía.

 

  

A don César se le ha llamado poeta y cantor de Castilla. De la Castilla que contemplaron amorosamente sus ojos y midieron sus andaduras, al trote de su caballo o al compás de su lebrel, por las llanadas de Serrada, tierra de espigas y racimos, que él supo cantar en sus versos, interpretando el alma del paisaje, donde se sentía hidalgo entre hidalgas gentes.

* * *

 BIBLIOGRAFÍA:  LORENZO RUBIO GONZÁLEZ: La literatura en Valladolid en el siglo XX (1900-1939), en Historia de Valladolid, t. X, Ateneo de Valladolid. Valladolid, 1989, págs. 83-91.

 

horizontal rule

  [1] Su hijo Antonio de Medina Castro, teniente de Artillería, que murió heroicamente en el Desastre de Anual defendiendo la posición «A», el 24 de junio de 1921, en Melilla, pronunció una brillante conferencia, La Patria y la Bandera, publicada juntamente con Grito del alma, conjunto de poesías elegíacas que su padre escribió recordando el hecho y su dolor paternal. (Antonio de Medina Castro, La Patria y la Bandera (Conferencia) y César de Medina Bocos, Grito del alma (poesías). Valladolid, Sever-Cuesta, 1950).
       Ernesto y José Luis, además de cultivar otras modalidades artísticas. fueron poetas y merecieron figurar junto con su padre en un mismo homenaje. (Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña. «Tres poetas castellanos: César de Medina Bocos y sus hijos Ernesto y José Luis de Medina Castro” en El Norte de Castilla, 30 de julio de 1972).
       Sus hijas Elvira y Fuensanta han cultivado y cultivan aún la pintura, con exposiciones que les han granjeado notables éxitos.
 VOLVER
[2] César de Medina Bocos: Villas castellanas y otras poesías, Valladolid, 1950, pág. 25.
 
 VOLVER
 
  [3] ”Convite”, de Espigas y racimos, ob. cit, pág 23.
  [4]Núm. 17, Valladolid, 1917, págs. 16-17.
 
 VOLVER

 

horizontal rule

Pedrajas de San Esteban (Página Principal)

horizontal rule

Diseño profesional de páginas web. Alta, promoción y posicionamiento en buscadores de Internet. Dynamiza.com Valladolid

Pedrajas en Internet

Castilla y León. Visita Ávila, Burgos, León,, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria, Valladolid y Zamora

 PUERTAS .com.es . Todas las puertas en Internet. Añade tu página de Puertas

horizontal rule