Examinando uno de los manuscritos más antiguos que existen sobre Sacedón, podemos deducir que han sido varias las ermitas edificadas a través de los tiempos, en aquella zona. Este documento, que recoge los mandatos del Visitador General del Obispado de Segovia, se remonta a 1578, y en él puede leerse claramente que hubo una ermita —antes de esa fecha— situada abajo, junto a la fuente. Dice así el escrito:
“Y
mando que a costa de los bienes de la dicha ermita haga poner y ponga una cruz
donde solía ser la ermita de Nuestra Señora, que cae sobre la fuente,
allanando el sitio si no lo tiene, de manera que con las cercas que tiene y
con lo que más fuere necesario cercarse, no pueda estar allí ninguna bestia
en todo el circuito donde solía ser la dicha ermita, y para cubreadura de la
dicha cruz haga un tejado con cuatro postes de olmo, tejado (con tejas) y
enmaderado a manera de humilladero, atento que a la dicha ermita se hacen
todas las romerías de muchos lugares alrededor la primera oración, como
lugar donde solía estar la imagen de Nuestra Señora.
Otro
sí, que dentro del dicho circuito haga allanar y sacar la cantera que fuere
necesario, de la delantera y cimenterio de la dicha ermita, como queda por mí
sentado, haciendo poner las mochas (vallas) que fueren necesarias”.
Posteriormente, por los libros de cuentas, podemos seguir todas las obras que se han realizado en las dos ermitas posteriores a ésta de abajo.
En 1595, el Visitador escribe esto:
“Primeramente
mando que se doble la capilla de la ermita muy bien, alzando las paredes un
poco, y se reteje luego y se quiten las goteras, que son muchas y hacen mucho
daño a la ermita.. y la cocina del santero se dreze muy bien y se haga un
aposento bueno con su chimenea para el dicho santero y se procure hacer un
retablo o alguna tabla de pincel grande con Nuestra Señora y alguna otra
imagen que ocupe todo lo que corresponde al altar”.
Transcurren más de cien años, y la ermita se hallaba nuevamente en ruinas, por lo cual, en el año 1702 se concedió licencia al cura de Pedrajas y al mayordomo, para hacerla de nuevo, “atendiendo a que hoy se halla la imagen con 2.466 reales y 71 fanegas de trigo, y el señor de Valviadero ha ofrecido la madera y 50 ducados, para dicha obra, atendiendo a su utilidad y conveniencia”. Es así como en 1705 comienza a levantarse la actual ermita, cuyas obras van realizándose progresivamente a partir de dicho año. El maestro albañil que dirige las obras se llama Manuel Valdés, y cobra por ello 1.350 reales.
Francisco Prado realiza el retablo barroco antes existente en el altar de la Virgen, por 650 reales. Además se gastaron otros 750 reales en dorarlo y 75 en traerlo y asentarlo en su lugar.
Arriba: Ermita |
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Izquierda. Antiguo retablo de la ermita |
En
1750, “para que la devoción vaya en
aumento y no en disminución, manda Su Ilustrísima que de los caudales que
tiene la imagen se haga bóveda de ladrillo, con el mayor lucimiento, tratando
para ello con maestro inteligente, y se hagan dos vestidos de seda buena a
Nuestra Señora, que sirvan para sus funciones y procesiones”.
Cinco años más tarde se levanta el camarín de la Virgen, empleando para ello piedras labradas, tejas de Cogeces y cal de Valviadero.
En 1860 se construye uno de los elementos más bellos de toda la ermita: el campanario o espadaña. Se emplearon para ello 1.900 ladrillos, que costaron 347 reales, más 300 reales que cobraron 25 obreros empleados en la obra.
Ya en este siglo, siendo párroco don Victoriano, se adecentó la antigua vivienda del santero y se renovó el pequeño porche de la entrada, cambiando las viejas columnas de madera, por otras de ladrillo. Hoy día, en 1983, la ermita se encuentra muy deteriorada y se hace necesario restaurarla convenientemente.