Un fenómeno atmosférico
Era
el día de San Pedro
y hacia la puesta del sol
la atmósfera enloquecida
un gran pedrisco soltó.
Pedrajas
de San Esteban,
pueblo que este le quedó
la cosecha destrozada,
que clamaba algún dolor.
Amaneció
el día treinta
y el sol espléndido dio
con un calor sofocante,
que causaba sensación.
El
día uno de julio
por la mañana empezó
a oscurecerse de nubes,
cargadas sin compasión.
A
las cuatro de la tarde
la atmósfera hecha un turbión,
causando ruidos enormes,
al pueblo en vilo quedó.
Como
una enorme escuadrilla
de aviación pareció
el fenómeno atmoférico
que en Pedrajas descargó.
La
nube ya dando vueltas,
bramaba con su turbión
y cerrando el horizonte
sin ver el rayo del sol. |
Todo
el globo oscurecido
de este contorno quedó,
pero cada vez el ruido
con más fuerza se aumentó.
Como
una masa de humo
blanquecina de color,
que los vecinos del pueblo
mirábamos con pavor.
Cuando
bien cargada estaba
la nube empezó su acción
y soltando va sus piedras
del tamaño de un limón.
Y
recibiendo aquel agrio
que aquel zumo nos quedó
nos hizo cerrar los ojos
y llorar con gran dolor.
Viendo
que el pueblo se cuaja
con un pedrisco feroz,
que jamás se ha conocido
en esta pobre región.
Las
casas, sin una teja,
en un solar las quedó,
y todo nadando en agua
sin mantas y sin colchón.
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Sólo
una casa y la iglesia
de refugio nos quedó,
más la nube enloquecida
del todo no se marchó.
A
las dos de la mañana
empezó su reacción,
de relámpagos y truenos
el pueblo se iluminó.
Pero
un toque de campanas
el cura párroco dio,
como señal de refugio
y un poco de redención.
Los
vecinos de este pueblo
en pie la noche pasaron,
pero al fin no descargó.
Amaneció
el día dos
y un poco el sol ayudó,
para secarnos la ropa
que el pedrisco nos mojó.
El
señor Muñoz Calero,
que está de Gobernador,
se desplaza a nuestro pueblo
para prestar un favor.
Los
tejares controlados
de momento les quedó,
y de caravanas, camiones
este pueblo se llenó.
El
día tres fue la gorda,
que invernizo se quedó,
cayendo el agua que quiso
sin ninguna detención.
El
estado es alarmante,
ni siquiera nos dejó
poner las tejas mal puestas,
para salvar el chaparrón.
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Las
pérdidas en el campo
nadie sabe cuántas son,
todo se encuentra enterrado
de aquel cieno que arrastró.
De
pedradas, seis heridos,
el médico les curó
y desgracias personales
ningún número surgió.
Las
pérdidas de las piñas,
de bastante producción,
la corriente se las lleva
y muy poco se salvó.
La
producción de las piñas
de este pinar la quedó
para tres años seguros
sin tener un agallón.
Las
cigüeñas de la torre
sólo el nido las quedó,
las pobres han perecido
con el enorme turbión.
Todo
el pueblo aglomerado
por la mala situación,
a querer coger las tejas
sin bajarlas del camión.
El
Alcalde y la Justicia,
que hacen la repartición,
con un poco de paciencia
pide al pueblo por favor
pues todos nos encontramos
en la misma situación.
Teófila González
Jorge
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