Sólo la iglesia y una casa quedan
de los 400 edificios que hace unos días componían el pueblo de Pedrajas de San
Esteban
Esta
mañana daba ABC cuenta de los daños causados por las tormentas en la provincia
de Valladolid,y de manera especial en los términos de Olmedo y Pedrajas de S.
Esteban. Una impresión recibida directamente del índicado pueblo de Pedrajas,
refleja el mayor estrago que un accidente de esta naturaleza haya podido
ocasionar jamás. Las cosechas han quedado literalmente arrasadas, y
desmanteladas por completo sus edificaciones, cuyo número se aproxima a 400.
Solamente la iglesia y una de las casas, de tejado construido con un material
muy resistente, quedaron en condiciones de servir de refugio al vecindario
aterrorizado.
El primer pedrisco descargó a las seis y media horas del día 29 del
pasado mes de junio. La granizada alcanzó un espesor de 20 cm.y destruyó las
cosechas de cereales en la proporción del sesenta por ciento, y el viñedo en
su totalidad. Anteayer, a las cuatro y media horas, se repitió el pedrisco
desvastador, cayendo piedra en seco. Muchos granizos eran del tamaño del huevo
de gallina, y se recogieron algunos que llegaron a pesar 400 grs. Esta segunda
precipitación sólida acabó de pulverizar las mieses que todavía permanecían
en pie, así como las plantas remolacheras. De éstas,l as que no resultaron
cercenadas, quedaron cubiertas por una espesa capa de cieno, arrastrada por las
impetuosas corrientes que se formaron en las zonas bajas que se dedican al
cultivo de dicha raíz.
Seis vecinos que se encontraban en el campo resultaron heridos por
efectos de la piedra; numerosas aves,incluidas cigüeñas, muertas. Floresta y
pinares ofrecían un aspecto desolador, desprovistos casi en absoluto de hojas.
Son infinitas las plantas terminales del ramaje que tapizan el suelo. Por si la
angustia de aquel vecindario no había llegado al límite, al ver arrasados sus
campos y destruidos los techos de sus hogares, poco antes del amanecer del día
de ayer, descargó una tercera tormenta, ésta de agua, que originó un pánico
general, por temer que se produjesen hundimientos en las casas. A oscuras el
pueblo, por haberse averiado la línea de conducción eléctrica, los centenares
de familias que componen aquel núcleo urbano se echaron a la calle, dispuestas
a aguantar a la intemperie la tromba de agua que en aquellos momentos se
precipitaba. Por toda el área del casco urbano se sucedían las escenas de
pavor, entre llanto de niños y de mujeres. La única casa que había quedado
casi intacta comenzó a servir de refugio a familias empavorecidas, y dominando
las indescriptibles escenas, se oyó el tañir de las campanas de la iglesia. El
señor cura había dispuesto que quedasen franqueadas las puertas del templo, en
el cual se precipitó la riada humana, que las autoridades y algunos vecinos se
esforzaban por canalizar, sobreponiéndose al dramatismo del instante. |