Cumpliendo el precepto divino de santificar las fiestas, nuestros
antepasados asistían los domingos y fiestas de guardar, como hoy día, a misas
y procesiones. Esos días el trabajo no estaba permitido, salvo en los meses
veraniegos dedicados a la cosecha de las mieses, a cambio de una pequeña
limosna que en Pedrajas recibía la cofradía del Santísimo Sacramento. Los
hombres ocupaban sus ratos de ocio en jugar a la pelota, los bolos, la calva o
al lanzamiento de barra castellana. Otros andaban de caza con ballestas,
escopetas, perros o hurones. Por la tarde eran habituales los bailes, a los que
sí asistían las mujeres.
Con el fin de evitar tentaciones, las Ordenanzas de Villa y Tierra de Íscar,
redactadas en 1568, ordenaban en su capítulo primero que ninguna persona fuera
osada de jugar a ningún juego o andar de caza los domingos y fiestas de guardar
hasta ser salidos de misa mayor o vísperas.
San
Agustín
Sobre el juego de lanzar la barra existe información en un pleito
promovido en 1768 por Baltasar López, cirujano de Pedrajas, contra la Justicia
de la Villa, sobre debérsele su salario del año anterior. Entre los trabajos
adedudados figura "cierta contusión
y herida que causaron a Martín Sanz Chamorro en un juego público de
barra". En este pleito se menciona como carcelero a Manuel Sanz Morejón,
alias Bragazas, (1717-1781), alguacil de la Santa Cruzada. Cuenta la tradición
en Pedrajas que el tío Bragazas era hombre muy forzudo. En cierta ocasión,
jugando a lanzar la barra, al llegarle su turno, se dirigió a cuantos
presenciaban el juego a distancia prudencial y les dijo que no se movieran de
donde se hallaban y quedaran quietos. Tomando la barra en su mano, la arrojó a
gran distancia por encima de las cabezas de los asombrados espectadores. De ésta
y otras proezas enterado el Rey, le concedió la merced que quisiera pedirle.
Refiere la tradición que pidió dos cosas: en primer lugar que le permitiera
poner un escudo de armas a la puerta de su casa; en segundo lugar, que se le
diera de balde la leña de los pinares que pudiera traer a hombros durante toda
su vida.
Escudo de
la casa del
"Tio Bragazas"
En cuanto al juego de la pelota, era estilo hacer desafíos entre los
mozos jugadores y llevar la cuenta de los tantos ganados con piedrecitas. En el
año 1830 Esteban Gutiérrez, mancebo del cirujano de Pedrajas, alegó ser corto
de vista y tener mala conformación en los pies a fin de no cumplir el servicio
militar. Otro de los mozos tallados, parte interesada en el asunto, presenta
varios testigos a declarar. Uno de ellos, Andrés Gómez, afirma que el mancebo "ha
jugado en desafío con el declarante y con otros a la pelota y duró
continuamente el juego hasta cinco o seis partidos de dieciocho piedras cada uno
y cuando se ponían tantas a tantas alargaban el juego a más piedras y que así
mismo le ha visto bailar en bailes públicos".