PÁGINA WEB DE PEDRAJAS: COMENTARIOS
Autor: Ana
Fecha: miércoles, 10 de abril de 2002
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Desde aquí quiero dar ánimos a la familia de la muchacha que falleció hace unos días. La vida tiene esos sinsabores que no entendemos, pero seguro que su hija estará alegrando la vida allá en dónde ahora esté. Mucho ánimo. Quería también expresar mi elogió a vuestro sacerdote por el emotivo funeral que ofició. Saludos.
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Autor: Un padre como otro cualquiera.
Fecha:
sábado, 06 de abril de 2002
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Profundamente conmovido por el fallecimiento de Virginia Romo Garzón, aprovecho esta página para expresar, en primer lugar, mis condolencias a la familia de la joven, cuyos padres y hermana han demostrado una capacidad extraordinaria de resistencia al sufrimiento y a la desgracia.
Una desgracia que, en muchas ocasiones, se ceba en los mejores, como en el caso que nos ocupa: una persona cuya valía estaba más que demostrada en el corto recorrido que su vida la había deparado habida cuenta de que apenas había cumplido los 15 años.
Una desgracia que bien podía detenerse -pensemos que sin llegar a estos extremos- en esos otros personajes y personajillos conocidos de este mundo, cuya capacidad de hacer el mal está más que demostrada, como todos los Bin Laden, Ariel Sharon y, hasta quizá, Georges Bush, que pululan por el planeta Tierra, por poner unos pocos ejemplos.
Sin embargo, la desgracia con mayúsculas se detiene en esa persona encantadora que era
Sin embargo, la desgracia con mayúsculas se detiene en esa persona encantadora que era Virginia, lo que nos viene a demostrar que la trágica ruleta de la vida y de la muerte con frecuencia se lleva por delante a los que más necesitamos.
Finalmente, quiero destacar la magnífica interpretación que hizo el sacerdote oficiante en su funeral (don Antonio) de la escasa pero intensa vida de Virginia, cuya lectura, en esta misma página, es aconsejable. Y acabo recordando sus palabras, cuando al referirse a ella, dijo que era capaz de "generar vida": pues bien, aunque su despedida definitiva de ayer quedara deslucida por la intensa lluvia que caía en ese momento, es inevitable pensar que esa lluvia, generadora de vida, era un último regalo de Virginia. ¡Hasta siempre pequeña!
P.D.: A sus amigas y, por extensión, a todos los jóvenes de Pedrajas contemporáneos de Virginia, decirles que hay muchas maneras de conservar su memoria. ¡Habrá que echarle imaginación!
PALABRAS DEL CURA DE PEDRAJAS EN EL ENTIERRO DE VIRGINIA
Fecha: sábado, 06 de abril de 2002
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“... Si Dios está con nosotros
¿quién estará contra nosotros?... estoy seguro que ni la muerte podrá
separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro”
(De la carta de San Pablo a la comunidad de Roma)
Difícil hablar en esta circunstancia que nos ha reunido; y aunque el silencio hoy es muy elocuente, no me resigno a callar.
Y me atrevo a comenzar hablando excepcionalmente de ella, de Virginia, a recoger lo que he oído y he compartido en un sentir común de la familia, amigos hombres y mujeres del pueblo. Con muchas palabras conversábamos de Virginia. Pero es una la que creo que podría recoger su experiencia y su camino: EJEMPLAR. Y lo digo en el sentido más pleno y profundo de la palabra, dando al término toda la extensión posible. Ejemplar en su ilusión y ánimos, ejemplar también en su vida de fe.
En su corta vida, en el proceso de su enfermedad, sin dejar de ser una niña–joven, alcanzó una madurez sana, equilibrada y batalladora, una madurez que felizmente transfiguró su enfermedad. En su familia, cuando acudía al instituto, cuando se divertía con sus amigas, cuando participaba en el coro y en las actividades al servicio del pueblo, en el teatro, en las campañas solidarias... siempre la acompañaba una sonrisa no fingida y una capacidad de esfuerzo que dejaba en un segundo plano las limitaciones propias de su enfermedad.
Sin soñar quimeras imposibles supo poner en primer plano la VIDA, no la vida resignada y empequeñecida, sino la VIDA que ella iba escribiendo con grandes letras mayúsculas con las que se narran las grandes experiencias que dan sentido, experiencias que hablan de ilusión compartida.
A esto me refiero cuando hablo de su madurez ejemplar, porque ¿cuántas veces, los supuestamente hombres y mujeres maduros, colocamos en primer lugar nuestros problemas y contrariedades y no vivimos ni dejamos vivir?
Paradoja la que hoy se nos presenta ante nuestro espíritu: quien necesariamente fue objeto de instrucción, quien por su edad debía ser educada y formada, se convirtió en educadora para los jóvenes y los adultos que quieran aprender. Ella es testigo, para muchos, de otro estilo de vida que no habla del individualismo egoísta que decimos está tan extendido en nuestra sociedad.
Fabuloso intercambio: Virginia, a pesar de estar tocada por la muerte, generó vida en ella misma y en su entorno, en su familia, en sus amigas y amigos y en todos los que la conocimos.
Esto que digo no quiere ser sólo un recuerdo, es para muchos memoria viva. Pero, claro, esto no consuela, ni merma el dolor de todos. Acaso en algunos su muerte despierte rabia y perplejidad. Incluso puede parecer para muchos, que habéis rezado, como un desafío de Dios. Por eso en estos momentos hemos de redoblar nuestros esfuerzos para que este encuentro en el dolor lo sea también en la fe y la esperanza.
La vida, la de todos, es un billete que nos lanza a un extraño viaje, que comenzamos cuando nacemos y terminamos cuando morimos. Pero aquí está lo peculiar, lo extraño y sorprendente de este viaje: llegar es sólo comenzar de nuevo, pero esta vez para siempre. Este viaje no tiene término porque el término es infinito: el término es el mismo Dios. Pues bien, padres, familiares y amigos, ella comenzó su verdadero viaje. Hasta ahora, al igual que nosotros en este momento, iba hacia Dios, ahora CAMINA EN DIOS.
¿Dolor?... claro, profundo y desgarrador; pero desesperación, impotencia o fracaso ¡jamás! Primero porque vosotros, padres, bien sabéis que Virginia no lo hubiera querido, y, además, porque por nuestra fe creemos algo maravilloso: la muerte que la ha tocado no la ha vencido, está en la casa del Padre, está en su casa definitiva. La muerte la ha arrancado de la tierra de los vivos ¿quién la cuidará? Dios Padre. Él no la abandona, la toma a su cargo.
Vosotros, buenos padres, la habéis cuidado, os habéis desvivido por ella, ahora lloráis amargamente. ¡Cuántas ilusiones, proyectos...! Pensáis que no habéis visto rematado vuestro amor, que no habéis visto terminada la obra de vuestra entrega y sacrifico. Pero, estad tranquilos, ya habéis cumplido. Ya se terminó vuestro encargo de amor y fecundidad. Este cumplimiento es vuestro dolor pero es también vuestra gloria y grandeza.
Como Jesús en la Cruz hoy podéis decir también: Padre, todo está consumado, no nos hemos guardado ni un resquicio de amor. Pero todo continúa, aún nos queda mucho que amar, mucho que caminar.
Pedrajas de San Esteban, 5 de abril 2002.
Antonio
Verdugo Hernando
